Parece que los narcos, los atracadores y los delincuentes no tienen corazón. Pero no es así. Tienen alma y para algunas cosas son más sentidos que los demás.
Oubiña quiso estar en el entierro de Esther, y parece que va a ver su tumba cada vez que va a Cambados.
Y Tania Varela también arriesgó hace cuatro años cuando murió su madre, quiso poner el nombre de hija en una esquela, en la esquela de mamá.
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