Vi aquella falda dos años seguidos en el mismo mercadillo. Era de segunda o de quinta mano. Me pareció maravillosa el primer año pero se me hacía cara. Al verla el siguiente año me pareció una señal.
Y me la llevé. Siempre supe que era étnica aunque la supuse inca y después de varias consultas concluí que debe de ser india.
Lo siguiente sería hacerle un carbono catorce y varias pruebas de ADN porque me parece que muchas mujeres han sido felices con esta falda desde hace muchos años. Su cinta de atar está muy tazada y cuando yo la compré aún tenía manchas de dudosa procedencia. Algunas huellas han arraigado en ella. Pero no me importa; como la isla la falda tiene poder, tiene su energía y esa historia de todas las mujeres que la han llevado, quizás cada una de nosotras debía de haberle dejado una inscripción en la bastilla.
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