Ha muerto tu hija. Y con gran dolor de corazón entregas a las fuerzas del orden su teléfono móvil, su agenda y su ordenador. Es lo único que te queda de ella. Ni si quiera te atreviste tú a tocarlo. Te parecía invadir su intimidad o no querías tocar o invalidar alguna prueba.
Ahora te enteras de que además de perderlos? alguien los manipuló, quien los debía investigar y custodiar. Y te preguntas por qué? Y lo que resuena en tu cerebro no te gusta. No te lo quieres creer.
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