sábado, 11 de agosto de 2018
Divorcio
De repente se dio cuenta que tenía todo el armario para ella, que podía sentarse en la ventanilla cuando viajaba y elegir el origen y el destino; y le gustó. También podría elegir el mejor sitio de la mesa que él siempre se cogía como al despiste.
Que podía disponer de lo suyo sin consultar; de lo otro nunca había dispuesto y le gustó también.
Ya no iba a aguantar más aquellas horribles conversaciones sobre los turnos, el trabajo y la mala hostia y la amargura y la “problematización” que hacía de todo. Siempre planificando para luego no hacer nada. Su afición a controlar todo lo de los demás y no contar nunca lo suyo; y esbozó una sonrisa.
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me ha encantado la historia
ResponderEliminarme has dejado una sonrisa
Jajaja, muy bueno.
ResponderEliminarY comer lo que a uno le gusta y a la hora que le de la gana.
Abrazos