En Sicilia todo se movía así. Cada vez que había unas elecciones había que hacer lo que fuese para que ganase el candidato conservador. En cuanto se conocía su contrincante comenzaba enseguida la máquina de picar carne. Se le sacaban los mínimos errores, se criticaba su altura, su pelo, sus rasgos o su forma de hablar.
Empezaba a resucitar aquella “ Santa Compaña” de excandidatos del mismo partido que nunca habían ganado unas elecciones pero siempre estaban prestos a criticar.
Un año incluso consiguieron que una jueza de Palermo imputase al candidato progresista, lo hizo en la misma jornada en que se había presentado el candidato. Años más tarde otro juzgado lo desimputó, pero el año ya estaba hecho.
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